5 motivos para volver a la Enterprise

En 1966 nació una de las sagas más emblemáticas de todos los tiempos. Enfundado en un traje amarillo anaranjado bien ceñido, William Shatner protagonizó, junto a un Leonard Nimoy de orejas puntiagudas, un producto televisivo que pronto expandiría su influencia por el vasto universo televisivo (y cinematográfico) hasta llegar a nuestros días: Star Trek.

Los 79 episodios de la serie original (1966-69) construyeron rápidamente una legión de fans en torno al conocido como ‘fenómeno trekkie’. Desde entonces se sucedieron las películas y series protagonizadas por el variopinto grupo de exploradores de la USS Enterprise: trece largometrajes, ocho series, varios telefilmes e incontables homenajes, una ficción televisiva recién estrenada (Star Trek: Discovery) y una nueva entrega cinematográfica prevista para 2019, aún sin director asignado. Sin embargo, de entre todos los filmes posteriores, el que revitalizó la saga y la catapultó de nuevo a la cultura popular fue la Star Trek de J. J. Abrams (2009), que estrenamos el próximo domingo 11 a las 22:00h, en rigurosísimo prime time.

 

Hay multitud de razones para enrolarse en la tripulación de la nueva (y actualizada) Enterprise que Abrams alumbró en uno de los mejores reboots del siglo XXI, pero solo con estas cinco ya merecerá la pena que le des una vuelta a tu agenda para cuidarte de que nadie te moleste el próximo domingo 11.

 

  • Acercar el universo trekkie a quien nunca fue fan

Uno de los grandes logros de J. J. Abrams fue crear un producto equilibrado y visualmente impactante, utilizando decorados realistas, recuperando a viejas glorias de las series originales (Leonard Nimoy como Spock) y colaborando con Michael Giacchino para condensar una atmósfera sonora emotiva. Quien no sabe nada del universo trekkie puede disfrutar de una gran película de acción espacial, mientras que los fans acérrimos (aunque les puedan saber a poco dos horas de buen cine) quedarán satisfechos al sentir que Star Trek aún tiene mucho de qué hablar.

  • Un nuevo punto de vista

 Aunque la historia trata de unos jovencísimos James Tiberius Kirk (Chris Pine) y Spock (Zachary Quinto), Abrams decide separarse del lastre de la historia original y dar un punto de vista propio. Los directores de las diferentes películas precedentes de la saga Star Trek habían seguido sin rechistar las ideas originales de Gene Roddenberry, creador de la franquicia. Abrams se salió por la tangente, obvió las ideas de aquellos cineastas incapaces de revitalizar el producto original y decidió darle su toque personal, adaptando la aventura intergaláctica al universo de las superproducciones hollywoodienses.

  • Vuelta a… ¿el origen?

Al volver a la historia original, Abrams plantea un universo alternativo en el que muchos acontecimientos de la serie de Roddenberry ni han ocurrido ni ocurrirán. Para conseguir esta jugada maestra sin destrozar las raíces de Star Trek, recurre a un elemento narrativo extremadamente útil: la maleabilidad del espacio-tiempo, con viajes al pasado que modifican los eventos del futuro. Así, el Spock original se encuentra con el Spock joven, al que le explica que esta realidad alternativa que viven difiere de la que todos los trekkies conocen. Inspirándose en esta idea, Abrams recupera a los emblemáticos personajes que hicieron famosa la saga y los reconstruye a su manera, modificándolos. En esta nueva realidad, Spock es mucho más humano y tiene fuertes afinidades sentimentales en la Enterprise, mientras que Kirk nunca llega a conocer a su padre, que pierde la vida en el prólogo de la película. J.J. Abrams pone el contador trekkie a cero y establece las bases sobre las que asentar una serie de películas completamente originales. De ahí un título tan aséptico y directo, sin subtítulos ni números aclaratorios: Star Trek.

  • Una factura técnica impecable

Los efectos visuales y sonoros, el montaje, la fotografía, los decorados… todo recae sobre la obsesión perfeccionista de un J. J. Abrams que se sabe poseedor de una mina de oro que puede revolucionar Hollywood. Como director de cine de acción a la vieja usanza no tiene rival. El resultado es una factura técnica impecable, donde cada plano está cuidado al milímetro.

  • Un reparto estelar e intergaláctico

Se habló mucho del carisma de William Shatner y de la calidez e inteligencia que desprendía Patrick Stewart como Picard. Chris Pine tenía mucho sobre sus hombros: hiciera lo que hiciese, lo iban a comparar. Su interpretación es más bien neutral, pero es lo que pide una historia en la que el personaje se ha construido en base a unos acontecimientos muy distintos. No necesita ser histriónico, ni estrambótico: debe estar contenido, concentrado. Mientras que Shatner tenía más porte, Pine se muestra mesurado, tranquilo. Sin embargo, el reparto co-protagonista que lo acompaña es el verdadero punto fuerte de la película: Zachary Quinto (Spock) transmite bien sus conflictos morales y le da un profundo realismo a las diatribas personales que entabla con otros miembros de la Enterprise; Karl Urban no podría haber sido más ingenioso y divertido para encarnar a Leonard McCoy, y la aparición estelar de Leonard Nimoy (Spock primigenio) es una elección más que acertada para servir de nexo entre la historia original y la nueva.

Abrams rinde un sentido homenaje a una saga que marcó la vida de millones de personas en todo el mundo, pero lo hace poniendo punto y final a una lista de títulos que pretendían revitalizar el clásico sin conseguir una calidad técnica óptima. El director repara la nave original, le pone un nuevo motor, pinta sus interiores, recoge el polvo de sus esquinas y le echa una gasolina mucho más eficiente. Y, después, todo funciona a la perfección. Por eso no podemos dejar que os perdáis la cinta el próximo domingo 11 a las 22:00h. ¡Larga vida y prosperidad a Star Trek!